Para quién se aventura a conocerlo, el Nevado de Toluca ofrece más experiencias de las que nos imaginamos.

Hay varias leyendas del Nevado de Toluca, o Xinantécatl, pero todas ellas inclu- yen a un joven, que arrepentido o enamorado, se abre el pecho para que su corazón estalle en fuego y, cubierto ya de una enorme cantidad de tierra, se calma cuando una deidad, apiadándose de él, cubre sus heridas con agua. De ahí el nombre, “Hombre desnudo”, de este volcán dormido, cuya última erupción fue hace 10,500 años y que hoy descansa inmóvil, al borde de la carretera de Temascaltepec, en el valle de Toluca. Para quién se aventura a conocerlo, el Nevado ofrece más experiencias de las que podríamos pensar.

El primer día que conocí a esta gran montaña, mi papá me despertó con promesas de ir a la nieve. Aunque no le creía nada me preparé, me subí a la camioneta y esperé. Y en una hora y media ahí me encontraba, en el cráter del volcán, descendiendo a toda velocidad en una cámara de llanta.

Trece años después volví por primera vez a explorar con dos amigos. Camina- mos desde la base por un pequeño cañón. Entre troncos de árboles llegamos a un punto en el que sólo podíamos subir por una pared de hielo, poco a poco, clavando nuestras botas de lado; en esta ocasión casi muero. Se me fue la bota y me resbalé hasta que me pude agarrar de la rama de un arbolito. Resistí hasta que mi amigo me salvó. Fue una gran aventura llegar a la cima del volcán, desde donde podíamos apreciar la orilla externa de la montaña, por encima de las copas de los árboles.

La tercera vez fui sin esperanzas ni expectativas, según yo, a un paseo. Al llegar vi que el guía de mi grupo empezaba a sacar picos y cascos y, en unos momentos, subía piedra a piedra una pared de 65 grados que lleva hasta el Pico del Fraile, el punto más alto del Nevado, a 4680 m sobre el nivel del mar. Mientras avanzaba, la perspectiva cambiaba constantemente y no podía dejar de admirar el paisaje. En un punto se alcanzaba a ver todo el cráter, el lago del sol y la luna y atrás el Popocatépetl. No sé cuál fue el mejor punto, si poder llegar a la cima o poder ver todo el trayecto, pero fue una experiencia inolvidable.