EL ENCANTO DEL CENTRO HISTÓRICO, SU EXCLUSIVA HOTELERÍA Y LA MAGIA DE SU GASTRONOMÍA HACEN BRILLAR A LA “CIUDAD DE LOS ÁNGELES”.

Las ciudades con olor a pasado siempre encienden mi andar viajero. Desde hace tiempo deseaba visitar el centro histórico de Puebla, uno de los más esplendorosos de pe a pa de México.

RINCONES Y SABORES QUE ENCANTAN

En Puebla, la gama de mesones, posadas y hoteles boutique es de las más jugosas del país. Opté por el Mesón de la Sacristía de la Compañía, localizado en el tradicional Barrio de los Sapos. Me sentí transportado al siglo XIX por la decoración de su patio central, que es una mezcla ecléctica de objetos antiguos bien conservados acompañados de un mobiliario rústico de muy buen gusto.

Hacia el mediodía, me enfilé a una primera introspección del centro histórico, pero en la esquina del Mesón, sobre la calle 6 Sur, un local, ícono poblano con 91 años de historia, me conquistó: La Pasita. En el interior, don Emilio Contreras, hijo del fundador, me ofreció en una pequeña copa, el tradicional licor de pasita -infusión de pasas maceradas en licor de caña- no sin antes advertirme que primero debía morder el quesito fresco que la acompañaba y luego dar un “traguito” a la bebida.

Después me dirigí al zócalo, exactamente a la fuente de San Miguel Arcángel, desde donde se aprecian los tres portales que rodean la plancha central: Hidalgo, Juárez y Morelos, que integran principalmente a restaurantes típicos, cafeterías y oficinas gubernamentales.

Entonces, decidí comer, no era sencilla la elección. Elegí el restaurante Royalty, en el portal Morelos, inaugurado en 1943, y que ha sido visitado por muchos personajes, como el torero Manolete “quién aquí comió el mejor mole de su vida” afirma el propietario, Leonardo Hill, cuya abuela creó ese delicioso platillo con base a las recetas de las monjas poblanas del siglo XVII al XIX.

Tras degustar dicho manjar y para cerrar mi paseo del día, caminé unos pasos al portal Hidalgo, para visitar el Palacio del Ayuntamiento, donde se ubica el salón de cabildos, sede del consejo o asamblea de regidores.

Me hospedé en el Hotel del Portal el cual está muy cerca de la Catedral. Pero opciones hay muchas, si buscas hoteles en Puebla puedes comparar precios y amenidades en Viajacompara.com.

JOYAS DEL CENTRO

Inicié el siguiente día en La Catedral de Puebla, una de las más costosas en su época, 100 mil pesos oro. La fachada principal fue realizada en cantera gris; en su decoración sobresalen detalles en piedra de villerías, que es una especie de cantera. Sus dos torres, cuya elevación supera los 70 metros, son de las más altas del país.

Continué hasta la 5 de mayo, la calle peatonal más importante de Puebla. Caminar sobre esta calle fue muy enriquecedor, en particular, por la Iglesia de Santo Domingo, fundada en 1659, que tiene en su interior una capilla deslumbrante: la del Rosario, de arte barroco novohispano, con aires churriguerescos.

Más adelante, el panorama se endulza en la calle 6 Oriente, donde reinan las tiendas de dulces típicos. La Tradicional de Santa Clara, El Zaguancito y La Central son algunas de las que presentan una extensa línea de dulces poblanos, entre ellos: camototes, borrachitos, jamoncillos, galletitas de Santa Clara y muéganos.

Concluida esta rica experiencia, caminé al Barrio de los Artistas, fundado en 1940. Es una calle peatonal integrada por una serie de pequeños y muy funcionales estudios de pintura. A unos pasos me encontré con el Parián, mercado de artesanías y ropa. Me infiltré entre sus 150 locales para descubrir principalmente blusas, rebozos y trajes de China Poblana. Ideal para la compra de recuerdos para la familia y cerrar mi estancia en la ciudad.