San Miguel de Allende: un lienzo con forma de ciudad

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San Miguel de Allende: un lienzo con forma de ciudad

Con el aire mismo como pincel, y las callejuelas empedradas como sustrato, la escena artística de esta pequeña metrópoli guanajuatense se alimenta de la numerosa población extranjera para ofrecer algo tan original como renovador.

La entrada está flanqueada por dos árboles de siluetas irregulares, cuyo verde contrasta con el amarillo mostaza que baña las paredes. Si bien la esquina de Conde de La Canal y Hernández Macías sabe a nieve de lima; el interior destila un inconfundible aire sacro. Sospecha que el gran campanario y el patio central, reinado por una fuente, confirman. Este recinto, como muchos de los edificios más importantes del México colonial, tiene un pasado que pertenece a la iglesia. Hoy, y desde 1968, el Centro Cultural Ignacio Ramírez “El Nigromante” es uno de los espacios de enseñanza y de divulgación del arte más importantes de San Miguel de Allende. Por eso, parecía ser el punto de partida ideal para conocer el lienzo vivo que es esta ciudad del Bajío. Con el paso tranquilo que el suave empedrado inspira, dejamos atrás el mural inconcluso de David Alfaro Siqueiros, y volvemos a la calle.

“Me gusta que sea una ciudad pequeña, se puede vivir sin tanta prisa” afirma Alejandra Mendoza, mientras va dirigiendo mis pasos por el centro de San Miguel de Allende. Alejandra es una artista visual nacida en Guadalajara, pero afincada aquí. Las estrechas banquetas obligan a que el recorrido adopte, en varias ocasiones, forma de fila india. Es en estos momentos cuando mis oídos pierden lo que Ale-

jandra explica. Logro discernir las frases “pueblo de viejitos” y “gringos jubilados”, y puedo adivinar el contexto. “Afortunadamente, en los últimos años, todo esto ha cambiado. Muchos artistas jóvenes han llegado a vivir acá, trayendo con ellos sus proyectos y propuestas que han enriquecido la escena”, continúa. Sin duda, el quehacer artístico de Alejandra ha venido a honrar dicho gremio.

La presencia de estadounidenses y canadienses en esta ciudad guanajuatense es tan abundante, como lo es el “arte mexicano” destinado a un gran número de ellos. Lámparas de latón, corazones, y cruces con calaveras; caballos de madera, vajillas multicolores e imágenes de Frida Kahlo en todas las aplicaciones posibles, conforman la reducción más comercial de las artesanías que abarrota muchas de las tiendas del centro. Un estilo diluido y simplificado de “lo mexicano”. Por fortuna, esto no es todo lo que San Miguel ofrece a los amantes del arte.

Muestra de esto es la primera escala en la caminata: La Expendeduría, un espacio cultural dentro de la Fundación-Colección EPPCI A.C., que, desde 2008, alberga talleres, pláticas y exhibiciones de arte, además de funcionar como sala de cine.

Entre las cosas que en la actualidad se pueden visitar está la quinta edi- ción del Festival Internacional de Video Samples México, totalmente gratuito.

Retomando la calle Hernández Ma- cías, que habíamos abandonado para caminar Insurgentes, y así lle- gar a La Expendeduría, continuamos con el breve paseo. Las aristas de cultura contemporáneas que vamos encontrando a nuestro paso me dan una visión más amplia y completa de lo que llaman escena de arte en San Miguel de Allende. A pesar de que la comunidad artística, y los espacios que esta tiene para reunirse, no sean numerosos, esto se compensa con una unidad y un apoyo palpables.

La segunda escala es, al parecer, es el lugar favorito de Alejandra: la Fábrica La Aurora, una vieja pero re- novada fábrica textil inaugurada en 1902; ahora utilizada como complejo multidisciplinario, equipado con más de 15 galerías, tiendas, cafeterías y restaurantes, y estudios de artistas locales, extranjeros o nacionales, pero todos ya locales. El espacio de esta narración queda muy corto para poder abarcar el microuniverso que representa este inmueble. Baste decir que es un punto de referencia imprescindible para quien busque conocer un buen trozo de la nueva forma de abordar el arte en San Mi- guel de Allende.

En este punto, Alejandra se queda en La Aurora para arreglar asuntos de la posible exposición de la obra que está trabajando, o eso parece. Tras una breve despedida, recorro un par de pasillos más y vuelvo a la calle. La tarde cálida y lenta me invita a seguir caminando por la ciudad. Como emulando un pincel largo y ligeramente jorobado, voy trazando líneas rectas y curvas, de diferentes colores e intensidades, sobre este gran lienzo que es San Miguel de Allende.

sebastianmaceri

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