Sierra Gorda, encuentro de vida

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Sierra Gorda, encuentro de vida

Por: Roberto Pedraza

Hace millones de años, la Sierra Madre Oriental surgió del fondo del mar para erguirse como una gran arruga y aislar al altiplano de los vientos húmedos del Golfo de México. Donde ahora los bosques templados son una gran alfombra, antes peces y anémonas encontra- ban su hábitat. Con el paso del tiempo, especies de flora y fauna del sur comenzaron a migrar desde Suda- mérica a México, estableciéndose en las partes bajas, e infiltrándose en las grandes cadenas montañosas a través de los profundos cañones que las cortan. Las especies del norte llegaron a nuestro país gracias a las glaciaciones y se quedaron en las partes altas de las montañas. Una porción de esta gran cadena mon- tañosa, conocida hoy día como la Sierra Gorda, fue particularmente favorecida por la historia evolutiva. Su vasto paisaje de altas montañas y profundas ca- ñadas, de múltiples cavernas y sótanos de cientos de metros de profundidad, abarca el tercio norte del estado de Querétaro, siendo el área protegida más ecodiversa del país.

Históricamente aislada del centro del país por lo abrup- to de la sierra, territorio de gentiles durante la Colonia, y aún hasta mediados del siglo XX cuando se cons- truye la carretera federal 120, la Sierra Gorda sigue siendo en muchos sentidos un baluarte. Recorriéndola de oeste a este, siguiendo el curso de la vía asfaltada, se ingresa a la reserva por su límite sur, el río Extoraz, que enmarcado en una árida cuenca, es hogar de uno de los desiertos más antiguos y estables de México y extremo sur del gran desierto Chihuahuense. Una rica comunidad de cactáceas y otras plantas bien adap- tadas a sus duras condiciones, pueblan sus lomeríos y cañones, donde gracias a la prolongada estabilidad de su clima es un importante centro de especiación y endemismo para varias plantas. Desde el humilde peyote queretano, bien mimetizado con el suelo, las rotundas biznagas llamadas barril de oro o las yucas queretanas, consideradas por muchos como las más bellas de ese grupo de plantas, encontramos especies que han evolucionado adaptadas a este territorio. A mayor altura aparecen los bosques templados, con especies resistentes a la sequedad como pinos piñone- ros y enebros, que dan paso a la cumbre más alta de la Sierra Gorda, La Pingüica (3,160 msnm), a representantes de los bosques de coníferas del norte, como los abetos Douglas, que alberga una extraordinaria comunidad de coníferas con 13 especies distintas en esa sola montaña. Pinos, tejos, cedros y enebros forman un gran manto que filtra la lluvia al suelo.

Haciendo honor a la riqueza del país más rico en encinos, en esta región están representadas 32 especies, de las arbustivas a gigantes que miden 40 metros de altura. In- cluso se mezclan con las selvas bajas y medianas de las partes bajas y cañones de la sierra. Donde reina el trópi- co, los fustes de los árboles son caprichosos y brillan con luz propia, las cactáceas columnares salen por arriba del dosel mientras se aferran a la roca viva, y los higuerones y ramones son sustento de vida. Y en el fondo de las gar- gantas más profundas, donde todo el año corre el agua en sus corrientes, donde viejos sabinos, álamos y sauces se dan cita para, en galería, velar por acociles endémicos, formar con sus raíces pozas donde los peces desovan y las ranas aún entonan coros multitudinarios. Es aquí don- de manantiales cargados por las lluvias y bosques de las partes altas de las cuencas, dan vida y sostienen a la ma- yoría de los serranos.

Es al este de la reserva, en la cordillera que se extiende desde el río Moctezuma al Santa María, en su mayor parte cubierta de selvas, bosques templados y de niebla, que aún encuentran cobijo las seis especies de felinos que vi- ven en nuestro país –del poderoso jaguar a los margays–, los amenazados hocofaisanes y los endémicos chiviz- coyos, que prefieren los bosques de niebla como hogar. Estos bosques se encuentran a manera de islas, donde reciben directamente los vientos húmedos del Golfo de México, son los más biodiversos y como ecosistema completo se encuentran en peligro de extinción. Son ho- gar de una variedad de especies, desde amables víboras de cascabel en la hojarasca, hasta encinos, cedros y liqui- dámbares, utilizados como perchas vivientes por musgos, helechos, bromelias, y orquídeas que forman complejas comunidades, donde los depredadores son ranas y sala- mandras arborícolas.

Ante esta dura crisis de extinción que estamos provocan- do, espero que la fotografía no sólo deje testigos mudos de la riqueza biótica del área, sino que ahora, cuando aún podemos frenar muchos de sus efectos, se convierta en efectiva herramienta para educar, difundir la belleza de las formas de la naturaleza y mover a la ciudadanía y autori- dades a proteger un patrimonio que no poseemos.

Más información: www.sierragordasilvestre.net

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