Viaje al Himalaya

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21 enero, 2015

Para el visitante occidental, los poblados que se incrustan en la cordillera del Himalaya generan la sensación de haberse detenido en el tiempo; se perciben como espacios que no han sido tocados por la modernidad y su cultura penetra en el corazón forastero.

No es de extrañar que la diseñadora Elena Talavera describa su acercamiento a este lejano destino como una travesía por las sensaciones. Y es que más que una visita a puntos turísticos, esta aventura se llenó de los colores que explotaban en las calles, de aromas que marcaron la memoria, de sabores que impregnaron el paladar y de instantes que, aún ahora, estimulan los sentidos.

Luego de dejar atrás Calcuta, el puerto de entrada, Elena y su esposo volaron a Bagdogra para posteriormente empezar la subida a las montañas viajando por tierra aproximadamente cuatro horas. Durante este trayecto, un drástico cambio de clima —del calor húmedo al frío seco— les daba la bienvenida a la cordillera más alta de la Tierra.

“Las montañas resultan inolvidables; ya desde el avión fue impresionante ver la cordillera que, como está toda nevada, da la sensación de estar observando las nubes”, apuntó Elena. “Unos árboles gigantes custodiaban la muy estrecha ca- rretera en zigzag en donde con dificultad pasaban dos coches al mismo tiempo”.

Una de las visitas clave por la región es el pequeño reino de Sikkim, ubicado entre Nepal y el Tíbet.

A decir de Elena, es conmovedor observar los refugios de migrantes que se vieron obligados a huir de su país cuando China invadió el Tíbet y comprender parte de la dolorosa historia que hoy es parte de esta cultura. En estas paradas obligadas, es común encontrar numerosos talleres de hilado y ruecas.

Las calles se van abriendo al aventurero que no puede dejar de sorprenderse a cada paso, por ejemplo, al toparse de frente con alguno de los impresionantes monasterios incrustados en las montañas. Alrededor de estos edificios se alzan, hermosas y suplicantes, miles de banderas conocidas como Prayer flags, cuyos colores se despliegan para enriquecer los místicos ambientes.

“No me pareció que todo el mundo fue- ra tan religioso como hubiera pensado; son familias normales, como nosotros, que por falta de recursos mandan a al- gunos de sus hijos a los monasterios para recibir educación y, en el caso de tener vocación, quedarse y continuar. Es impresionante lo pequeños que pueden llegar ahí”, señaló.

De la misma forma en que la histo- ria política y religiosa se va trazando en sus construcciones, sus productos naturales son un rasgo distintivo; es el caso de Darjeeling y las plantaciones de té que remontan al pasado británico.

“Aparte de ser exótica, Darjeeling fue para mí una ciudad mágica. Es la ca- pital del té y, como frecuentemente se encuentran lugares donde hacer degus- taciones, aprendí mucho sobre el tema; por ejemplo, qué es el té blanco y rojo, así como las diferencias que existen en- tre el verde y el negro”, puntualizó.

“Probé lo más fino del té que se reco- ge en otoño, antes de que la hoja abra, cuando todavía es un pequeño rollo amarillento y hay uno en cada rama. Nunca olvidaré ese sabor”.

Esta atractiva ciudad también reúne a jóvenes de todo el mundo con la intención de escalar picos como el Everest, el K2 y el Kanchenjunga. Por ello, no es sor- prendente que existan numerosas escuelas de alpinismo e, incluso, un museo en el que se reseñan varias de las más famosas expediciones para conquistar las diferentes cumbres.

Para rematar el recorrido es indispensable visitar el zoológico donde se pueden observar famosas especies típicas de este territorio, como el snow leopard, el yak, los lobos blancos, los osos de los Himalayas y el panda rojo.

Así, las majestuosas vistas, la cercanía con el budismo, la gente, la comida y lo enriquecedor que resulta conocer culturas milenarias, son algunas razones que, de acuerdo con Elena Talavera, invitan a soñar con volver a este destino.