Su nombre significa “lugar de caracoles”. Es la tierra del zacahuil y zona cafetalera por excelen­cia. Este pueblo mágico de San Luis Potosí, que posee características únicas e inimaginables, fue el paraíso ideal para el genio de Edward James.

“La Atenas Huasteca”. Así es conocido el pueblo de Xilitla, municipio del estado de San Luis Potosí, en el incomparable Bajío mexicano. Aquí, en este mágico lugar, el tiempo se detiene para que los visitantes gocen de sus impresionantes atractivos que, año con año, convencen a la gente de volver a repetir la experien­cia de visitar este lugar.

El color, la alegría, la tranquilidad y la buena comida, forman parte del entorno de este lugar al que, entre voces que caminan por sus calles, se le denomina “El Chiapas del Bajío” o “La pequeña Chiapas”, esto debido a su clima y a las condi­ciones del lugar de la Huasteca Potosina en el que se encuentra. Su gastronomía también es un atributo destacado que le da el mencionado mote.

Aquí, La Silleta (una montaña con forma de silla para montar caballo), custodia lo más rico de la región: el café, el huapango y el zacahuil que, rodeados de las más impresionantes caídas de agua, montañas y una extensa vegetación, hacen de esta zona un verdadero edén para admirar la gran variedad de flora y fauna.

LA ÚLTIMA SELVA

Aunque cuenta con el título de Pueblo Mágico, otorgado por el gobierno federal, Xilitla ostenta distinciones no oficiales que la enriquecen todavía más y resaltan su valor cultural, turístico y gastronómico para México y el mundo.

Los factores que aportan inmensamente al valor y atractivo de Xilitla, son su posi­ción geográfica y sus condiciones climatológicas, que logran que este municipio reciba el título de “La Última Selva de América Latina”.

Y el nombre no es porque sea la porción de tierra en Latinoamérica que perma­nece intacta ante la tala de árboles o la urbanización, no. Se trata de un apodo que los exploradores le han puesto debido a que, si se recorre el continente de sur a norte, la última selva que se verá, antes de las desérticas tierras mexicanas y estadounidenses, es Xilitla.

Así, con sus climas acorde a la región (en su frontera con Querétaro es cálido, mientras que al norte es húmedo), La Última Selva aguarda más de un secreto entre sus verdes montañas.

EL SUEÑO DE EDWARD JAMES

Muy a pesar de toda la diversidad cultural, natural y ecológica de este pedacito de paraíso huasteco, aquí existe un lugar por el que todos, absolutamente to­dos los turistas que llegan, mueren por conocer: “Las Pozas”, también conocido como “El Jardín de Edward James”, un millonario artista, poeta y aficionado ob­sesivo de la corriente surrealista.

Este lugar, que pareciera producto de los más profundos sueños de James y que se extiende en un terreno de aproximadamente 35 hectáreas, es el hogar de reposo eterno de las 36 o más esculturas que el magnate mandó a construir a base de concreto.

Entre las figuras se encuentran algunas como “La escalera al cielo”, “La estruc­tura de tres pisos que pueden ser cinco”, “La recámara con techo en forma de ballena”, “La Casa Don Eduardo”, “La Casa de los Peristilos”, la estructura lla­mada “El Cine”, en donde James proyectaba películas a los trabajadores y a sus familias, y “El camino de las 7 serpientes”, en donde están representados los 7 pecados capitales.

Adicional al valor escultórico, arquitectónico y artístico del lugar, la naturaleza también ha puesto de su parte. La selva en la que está inmerso este jardín su­rrealista aporta cascadas (la más bella es “La Cascada del General”) y piscinas naturales (pozas) que, conjugadas con la vasta vegetación que se encuentra en lo que un día fue una plantación de orquídeas, crean una atmósfera única.

MÁS ALLÁ DE JAMES

A pesar de lo magnífico que puede llegar a ser Las Pozas, en Xilitla hay otras cosas que vale la pena vivir para decir que se llegó hasta aquí. Desde la llegada se pueden ver sus calles principales de elegantes casonas, lo que remonta al viajero a la época cafetalera de mayor esplendor en la región. Durante el recorrido del municipio, las artesanías de San Pedro Huitzquilico y su joyería de semillas, figuras de barro o utensilios de madera de mora, son paradas obligadas para llevarte un buen recuerdo de Xilitla. Los domingos guapangueros y sus coplas, acompañados de un zapateado al ritmo del violín, te harán sentir ganas de bailar.

No te puedes ir sin probar el zacahuil, platillo típico y representativo del lugar, un ta­mal gigante (puede alcanzar los 2 metros de largo y compartirse hasta con 100 per­sonas) hecho de masa, manteca, chiles molidos y carne de cerdo o pollo, envueltos en hoja de papatla o plátano, que se cocina en horno de piedra o leña durante poco más de 10 horas. En este tiempo, el horno permanece sellado con barro y ladrillos para evitar la fuga de calor y dar una mejor cocción. También del 1 al 15 de mayo Xilitla no para la fiesta. Entre las celebraciones se encuentra la feria y las peleas de gallos, además de la fiesta de San Agustín a finales de agosto. El ex Convento de San Agustín, la Cueva del Salitre, La Silleta o el Sótano de Tlamaya, son lugares espectaculares que demuestran que Xilitla existe más allá de Edward James.