Fue la ciudad mesoamericana más importante del Golfo de México, pues controlaba los intercambios comerciales, políticos y religiosos de la región. Recorrer sus vestigios es un encuentro vibrante con su pasado.

Aparentemente construida y habitada por los totonacos, El Tajín, localizado a 290 kilómetros de la ciudad de México, fue abandonado en el año 1150 d.C., después de casi trescientos años de esplendor. Actualmente sólo se puede visitar el núcleo de la antigua ciudad.

Hay la creencia de que Tajín significa, en lengua totonaca “la ciudad del dios del trueno, huracán o rayo”. Los totonacos rendían culto a Quetzalcóatl-Sol, la serpiente emplumada, que presidía la mayoría de sus creencias religiosas.

Lo ideal es empezar el recorrido en la Plaza del Arroyo, que está construida con el clásico esquema de plaza mesoamericana: la plaza cerrada. Tiene cuatro enormes edificios, dispuestos con los cuatro puntos cardinales. En su tiempo, se utilizaba como mercado.

Después, se sugiere hasta llegar al edificio más representativo de este baluarte prehispánico: La Pirámide de los Nichos. Su estructura de siete cuerpos con cornisas voladas y frisos de nichos la hacen una construcción llena de energía. Este edificio tiene una evidente relación con los 365 días del calendario solar, pues está compuesto por 364 nichos, más el que se supone coronaba el templo que se asentaba en la parte superior.

El Tajín es famoso también por sus extraordinarias canchas para el juego de pelota, con tallados de piedra que representan los sacrificios humanos.

Un espectáculo muy recomendable y que rompe con todo lo establecido, es el espectáculo de luz y sonido que se realiza por la noche en El Tajín: misticismo y magia que llevan a un encuentro con la historia, en compañía de danzantes, músicos y una narración que cautiva.

Viajar es catártico y más si se incursiona en un espacio arqueológico del México de ayer.